Es muy difícil ver "Trolls" y no verse irremisiblemente arrastrado por la fuerza de su vibrante música, sus llamativos colores y su poderoso buen rollo. La última película de Dreamworks Animation, dirigida por los responsables de "Shrek", Mike Michell y Walt Dohrn, a partir del guión de Jonathan Aibel y Glenn Berger ("Kung Fu Panda"), enganchará prácticamente desde el primer momento a los más pequeños con sus simpáticos personajes, su purpurina y sus aventuras de cuento moderno, y a los mayores con sus versiones musicales, su humor y su llamada a ser feliz pase lo que pase.
Ligeramente inspirada en las muñecas Troll inventadas en 1959 por el pescador y leñador danés Thomas Dam - sobre todo en lo que respecta a su pequeño tamaño, sus narices chatas y sus largas melenas tutti colori -, la película transporta a los espectadores al maravilloso y colorido mundo de los excesivamente optimistas Trolls, unos personajes que están siempre bailando y cantando, y de los cómicamente pesimistas Bergens, que sólo son felices cuando tienen un Troll en el estómago. Cuando los Bergens invaden el Poblado Troll, la princesa Poppy, la Troll más feliz jamás vista, y el extremadamente cauto y gruñón Branch inician un viaje apasionante para rescatar a sus amigos. Durante esta misión, llena de aventuras y contratiempos, deberán tratar de aguantarse el uno al otro el tiempo suficiente para lograr su objetivo.
Y es que la pareja de aventuras formada por Poppy y Branch funciona a la perfección para resaltar los rasgos de cada uno por contraposición a los del otro, en una lograda utilización del clásico recurso de los polos opuestos: mientras Poppy es una princesa resoluta, independiente y ciegamente optimista que rezuma felicidad, Branch es un amargado pesimista y paranoico, incapaz de ceder a cualquier expresión de dicha. Ambos resumen perfectamente las dos actitudes ante la vida que, en síntesis, definen a los personajes contrapuestos en la película y en las que supuestamente debería categorizarse a todo ser pensante: o ves la vida en colores, como los trolls, o lo ves todo gris, como Branch y los Bergen.
Poppy y Branch conducen la primera parte de la película en un viaje plagado de obstáculos y buen humor hasta llegar al poblado de los captores, donde entran en escena, junto a los Trolls cautivos, los desgraciados Bergen, con la malvada Chef a la cabeza y una peculiar Cenicienta, llamada Bridget; obligada a hacer de fregona y ayudante de cocina, constituye otra vuelta de tuerca de la reformulación de los cuentos clásicos llevada a cabo en "Shrek", y encontrará en los trolls a su particular hada madrina. Un exceso de personajes, en todo caso, que hace difícil un desarrollo de sus personalidades dotado de un mínimo de profundidad, más allá de Branch. Sea como sea, a partir de ahí se sientan las bases de lo que la película quiere expresar en torno a la naturaleza de la felicidad: de un lado, el potente poder transformador de la alegría, que es capaz de contagiarse y hace bueno el dicho de que "quien bien siembra bien recoge"; y de otro, que la felicidad no es algo que se tome de fuera, sino un estado del espíritu al alcance de todo el mundo. Encontramos ahí un mensaje crítico con el materialismo y los sucedáneos con los que se nos quiere vender breves experiencias de felicidad, y también una reivindicación: que la felicidad ha de ser universal. Por otra parte, reside precisamente en su falta de grises otro punto débil de la película, incapaz de contemplar convincentemente la posibilidad de que no todo venga de cara y en consecuencia la felicidad sea un estado difícil de alcanzar, lo que constituye una limitadora demostración de ingenuidad. En cualquier caso, nos encontramos ante un cuento de hadas, como aquellos de la mitología escandinava que inspiran la película, y ya se sabe que en los cuentos clásicos no suele haber grises, necesitados como están de confrontar el bien máximo con el mal absoluto con tal de dejar clara su moraleja.
"Trolls" conduce la narrativa de la película a los lomos de una vibrante y animosa banda sonora que cuenta con canciones de su productor ejecutivo, Justin Timberlake, y de Gwen Stefani, Anna Kendrick y Ariana Grande, así como varios clásicos de la época de los 60, 70 y 80 versionados por miembros del reparto. Brillan con luz propia la canción original "Get Up Back Again" cantada por Anna Kendrick con la que Poppy pone de manifiesto su optimismo a prueba de bombas, y también las versiones de los temas "The Sound of Silence" de Simon and Garfunkel, interpretada también por Kendrick, o "True Colors", por Kendrick y Timberlake, entre otras.
A nivel visual, la película huye del realismo que suele inspirar al 3D y exhibe un mundo único hecho de fibras, materiales de fieltro, terciopelo, pelaje, purpurina y colores brillantes tanto en los personajes como en los fondos, conformando un universo táctil que parece hecho a mano. Un mundo diseñado así tanto para los trolls como para los Bergens que, en todo caso, despliega en el caso de los primeros una explosión de color y una fauna y vegetación de tintes fantásticos que transmiten continuamente una sensación de alegría y diversión, mientras que el mundo de los Bergens es más oscuro y aburrido.
En cuestión de animación destacan las posibilidades desplegadas para el cabello de los trolls, que se convierte casi en un protagonista en sí mismo, capaz de alargarse o moverse como sea necesario y de formar así las olas de un mar o una frondosa peluca para Bridget, o de ser utilizado como una escalera, como una liana o como un látigo, entre otras muchas opciones. Sabiendo que el cabello no es precisamente un aspecto fácil de controlar en 3D, las características y expresividad de los pelajes mostradas en la película son dignas de encomio.
No os privéis pues de ver "Trolls" y de dejar llevaros por sus buenas vibraciones.
Lo mejor: el colorido y musical ritmo de "Trolls" os alegrará el día tanto a niños como a adultos con una inyección de optimismo altamente contagioso.
En contra: el exceso de azúcar puede provocarte cierta sensación de pérdida de realidad.
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