viernes, 20 de abril de 2018

Isla de Perros

Se dice que el perro es el mejor amigo del hombre, y habrá que reconocer que, contrariamente, el hombre puede ser el peor enemigo del perro, o al menos así es como nos lo hace ver Wes Anderson en el que constituye su segundo largometraje enteramente animado en stop motion tras "Fantástico Mr. Fox", llamado a convertirse en una de las mejores películas de animación de este año. Protagonizada por un grupo de canes parlantes que son recluidos por un corrupto gobierno en una isla donde tan solo se acumula la basura, la nueva película del realizador de "El Gran Hotel Budapest" resulta amable como la mirada de un perro y también directa como un mordisco.


Escrita y dirigida por el realizador Wes Anderson, a partir de una historia del propio Anderson desarrollada junto a Roman Coppola, Jason Schwartzman, y Kunichi Nomura, la película despliega una trama retrofuturista que empieza en un futuro cercano, de aquí a veinte años, en una versión fantástica y distópica de Japón. "Isla de Perros" cuenta la historia de un niño de doce años, Atari Kobayashi, pupilo del corrupto alcalde Kobayashi que, aprovechando un brote de gripe canina que se propaga por la prefectura de Megasaki y amenaza con infectar a las personas, dicta la expulsión y cuarentena de todos los canes, tanto callejeros como domésticos, a un enorme vertedero conocido como la Isla Basura. Seis meses despúes, Atari decide emprender la búsqueda en solitario de su perro guardián, Spots, y cruzará el río que los separa a bordo una aeronave de un solo motor que se descontrola e impacta en la isla. Una vez allí, con la ayuda de una pandilla de cinco resueltos canes entre los que se encuentra el arisco perro Chief, comenzará una travesía llena de acción, humor y amistad, que pondrá de manifiesto la existencia de una conspiración en el seno de la mismísima Prefectura y buscará la liberación de todos los perros.
Son varios los aspectos que contribuyen a hacer grande esta segunda película animada de Wes Anderson, y obviamente entre ellos queremos centrarnos primeramente en los que se refieren al diseño visual y a la animación del largometraje. Hablar de pieza de artesanía en caso de cualquier película de animación en stop motion puede parecer una redundancia, pero en el caso de este largometraje aún está más justificado y resulta incluso obligado, puesto que cada uno de los planos –característicamente simétricos, equilibrados y amplios – de Wes Anderson obedece a un expreso deseo de reflejar la magia de los artistas y animadores, desde el encanto y las texturas particulares de cada perro, humano y los efectos especiales, pasando por la detallada arquitectura y diseño de cada uno de los elementos de Isla Basura y de Megasaki. En la definición de cada uno de estos aspectos todo se ha querido artesanal y detallado, escapando en todo lo posible del cgi y del uso de impresión en 3D (utilizada tan sólo en el caso de los perros robot). Hasta 240 sets y alrededor de 1100 puppets entre humanos y animales y 2000 muñecos de relleno han sido necesarios para esta película, y todos ellos se han modelado, construido, pintado y vestido – sea con piel o con ropas – usando procedimientos y materiales físicos; incluso todos los fenómenos naturales que colman la película –olas, nubes, humo, fuego, gases tóxicos... – tenían que estar hechos de material físico, como el algodón usado para el humo y las peleas de grupo, plásticos y gel para el agua, etc.
Por otra parte, el elaborado y complejo diseño visual, construido en base a la generación de multitud de piezas con referencias al período Shōwa y la posguerra y sobre todo a los años 60 y 70, revela en cada aspecto admiración y respeto por la cultura japonesa: resulta así de evidente ya desde el inicio, con la secuencia inicial inspirada en los grabados ukiyo-e japoneses y el teatro kabuki y coronada por el sonido de los tambores taiko; como también en la detallada secuencia de elaboración del sushi (una referencia de preparación culinaria frecuente en las películas de Anderson); o las ceremonias de duelo por Atari; y en tantos y tantos detalles pequeños como las botellas de whisky y sake, las cajas de galletas para perros, etc.
La película rinde tributo igualmente a la belleza del cine japonés haciendo claros guiños a las películas de Akira Kurosawa (en especial "El Ángel Borracho", "El Perro Rabioso", "El Infierno del Odio" o "Los Canallas Duermen en Paz"), Yasujirō Ozu (obsesionado como Anderson por la precisión, el uso de la simetría y la colocación sumamente estructurada de los personajes), Ishiro Honda (director de la película de Godzilla original y de otras muchas películas tokusatsu y kaiju, incluida "Los Misterianos", en la que se inspiran los perros robot) y también Hayao Miyazaki, presente en los momentos más contemplativos y evocadores de la película. Aunque también hay igualmente guiños a realizadores occidentales como Kubrick y Tartovsky, cuyos paisajes de "Stalker" se reflejan también en las grises tierras de Isla Basura.
Unos 30 animadores han dado vida desde los londinenses 3 Mills Studios al cúmulo de humanos y de perros, y también gatos y otros animales, que se mueven por la película, transmitiendo el mismo detalle que Anderson exige en cada aspecto de la misma. Con un estilo queridamente retro y artístico, que reflejara precisamente el hecho se que se ha trabajado con muñecos, la película nos brinda una animación donde no importa que los pelos de los perros se muevan a causa de su manipulación fotograma a fotograma (incluso queda bien), sino la expresividad que pueda darse a cada uno de los muñecos con una animación que retrotrae a los dibujos animados de antaño, y la meticulosidad con que se animan todos los elementos de la película para ver vida y naturaleza por doquier: ratones, hojas, lechuzas.. Particularmente me resultan brillantes las animaciones de los personajes humanos y creo que es en su dominio donde se producen las escenas más sorprendentes: la brutal secuencia de la preparación del sushi, ya mencionada, el embriagador embrujo en que se ven envueltos los percusionistas de los tambores taiko... y tantas otras. En el caso de los perros es innegable que resulta también digna de encomio una animación que les consigue dotar de sentimientos y expresiones prácticamente humanos, dotando a cada uno de ellos de una personalidad propia, pero también es cierto que la mayor parte de ese esfuerzo se ha centrado en sus rostros, cuando lo habitual es – y lo dice alguien que convive con un perro – que aquéllos se expresen con su rabo y sus orejas, además de olisquearse entre sí permanentemente, olisquearlo todo a su alrededor, rascarse, etc., detalles que en algún caso se observan en la película de forma aislada, pero que se echan en falta en mayor medida, sobre todo teniendo en cuenta la potencialidad expresiva que comportan para los perros y que la animación se ha abordado con un cierto aire realista.
Por otra parte resulta también una agradable sorpresa y un toque de originalidad que todas las secuencias de noticias aparecen en un estilo de animación diferente: en animación 2D dibujada a mano e inspirada en el sobrio anime japonés.



En cuanto a la historia en sí, Wes Anderson acierta al construir una película con varios niveles de lectura que permite hacerla tan atractiva para el público adulto como para el público más joven que pueda acompañarle. Mientras sobre la superficie es una bella historia basada en el inquebrantable vínculo de amistad entre un niño y su perro y la noble lealtad de nuestras mascotas, a otros niveles es también una alegoría de la universal lucha de perdedores luchando contra opresores corruptos, en cuyo transcurso salen a flote el heroísmo de los seres pequeños o estigmatizados y privados de derechos, la intolerancia, la fácil manipulación de las masas, la complicidad en las corruptelas de todos los estamentos e instituciones que rodean a la gobernancia, los odios atávicos o la criminalización de las voces discordantes... problemas todos ellos que por desgracia nos resultan muy próximos estos días. Asimismo, entre otros temas, Anderson y su equipo exploran y confrontan diferentes tipos de liderazgo: el construido sobre el poder y la corrupción, el que impone la mayoría (auspiciado por el correcto Rex), el liderazgo de uno mismo que conlleva vivir ajeno a la sociedad, o el liderazgo en comunidad que se basa sobre la lealtad y el respeto mutuo.
Resulta enriquecedor el diseño de los personajes de la película, una cinta coral donde una multitud de personajes cuentan con una personalidad diferenciada y un papel destacado junto a Atari Kobayashi, el joven y arrojado héroe humano de la película y su corrupto tío, el alcalde Kobayashi, que es un vivo retrato del actor Toshirō Mifune (habitual en las películas maestras de Akira Kurosawa). Entre ellos hay que mencionar al quinteto de perros que ayudarán a Atari en su búsqueda de Spots: Rex, valeroso y decidido líder de facto del grupo mientras lo permita la mayoría; Boss, ex mascota de un equipo local de béisbol; King, que era la estrella de unos anuncios de galletas caninas; Duke, el cotilla de la jauría; y Chief, un perro callejero desconfiado y arisco, pero leal y valiente. Otros perros sobresalientes son la glamurosa Nutmeg, los iluminados Jupiter y Oracle y el grupo de canes aborígenes. Por lo que respecta a los personajes humanos, el del Mayor Domo (un auténtico Frankenstein que sirve y aconseja al alcalde Kobayashi) es un personaje impagable, y también son destacables la estudiante de intercambio estadounidense y líder de la revuelta urbana Tracy Walker, con su cara llena de pecas que hubo que pintar una a una; el profesor Watanabe, que busca la cura de la gripe canina contra los intereses de Kobayashi, y su fiel asistente Yoko-Ono.
Si rico es el diseño de personajes, igualmente lo es el elenco de actores y actrices que les prestan voz en la versión original: Bryan Cranston, Koyu Rankin, Edward Norton, Bob Balaban, Bill Murray, Jeff Goldblum, Kunichi Nomura, Akira Takayama, Greta Gerwig, Frances McDormand, Akira Ito, Scarlett Johansson, Harvey Keitel, F. Murray Abraham, Yoko Ono, Tilda Swinton, Ken Watanabe, Mari Natsuki, Fisher Stevens, Nijiro Murakami, Liev Schreiber y Courtney B. Vance, entre otros. Veremos cómo se las arreglan en la versión doblada.

Lo mejor: el detallismo llevado al extremo de los diseños y de cada uno de los planos, que pide contemplarlos con el detenimiento de quien observa una rica ilustración.
En contra: la opción por conservar el lenguaje japonés en la dicción de la mayoría de los personajes humanos, aún resultando original y respetuosa, entorpece precisamente al espectador que no desea perderse ninguno de los detalles de la película pero debe leer los subtítulos.

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