Respecto a "Psiconautas. Los Niños Olvidados" es obligado empezar con esta frase: no hay que perdérsela. Demasiado a menudo ocurre que cuando una película se presenta como animación para adultos el espectador se topa con un argumento hueco donde la mencionada etiqueta se debe básicamente a la ingente cantidad de chistes políticamente incorrectos, fuera de tono o de contenido sexual que pueblan la cinta, por muy divertidos que puedan resultar. Afortunadamente no es el caso del largometraje dirigido por Alberto Vázquez y Pedro Rivero, una bellísima y original pieza, llena de poesía y sentido artístico, atravesada por una narración verdaderamente adulta - basada en la novela gráfica del primero - que sacude el alma en base a la tragedia particular y colectiva de un grupo de personajes cuyas vidas y cuya isla han sido arrasados por un accidente industrial, y cuyo simbolismo trasciende la historia para apelarnos sobre muchos de los males y problemáticas de nuestra sociedad, tales como el abuso de poder, el uso de armas, la desindustrialización, las drogodependencias, la eutanasia...
Producida por la gallega Zircozine y la bilbaína Basque Films, en co-producción con Abrakam Estudio y La Competencia, "Psiconautas" da cabida a toda una galería de personajes antropomórficos que, tras una terrible catástrofe ecológica en la isla en que habitan, sobreviven como pueden. Entre ellos se encuentran Birdboy y la ratita Dinki , que perdieron a sus padres y hubo un tiempo en que afrontaron
juntos su dolor, pero Birdboy vive ahora aislado en el bosque,
consumiéndose, y ajeno a que Dinki ha decidido emprender un arriesgado
viaje en busca de un lugar mejor. Birdboy tendrá que luchar contra sus
demonios interiores si quiere unirse a Dinki a tiempo de ayudarla en su
aventura y salvarse a sí mismo.
La película dispone de la iconografía propia de los dibujos animados infantiles para desarrollar una trama plenamente adulta donde los personajes se convierten en víctimas en un asfixiante ambiente post-apocalíptico donde la falta de expectativas, el control familiar, el autoritarismo y el sectarismo, sobre todo hacia quienes son percibidos como diferentes, cercenan toda esperanza y abren la puerta a múltiples demonios que limitan su libertad. Junto a las líneas narrativas que se desarrollan con Birdboy y Dinki, pareja de una historia de amor imposible que aporta momentos de ternura a la vez que de tragedia, los realizadores construyen a modo de ingenioso rompecabezas un conjunto de microhistorias protagonizadas por diferentes pobladores de la isla - verdadero personaje último de la película - que confluyen para definir la desasosegante realidad de una sociedad que enferma, a la vez que introducen elementos de humor negro. Frente a la pasividad y el conformismo limitador del mundo de los adultos, los
adolescentes protagonistas alzan su rebeldía y el ansia de
encontrar algo mejor, tratando de escapar - sea física o mentalmente - y sucumbiendo a una suerte de trágico daimon griego que
demuestra que la realidad es pertinaz, aunque siempre hay un lugar para
la esperanza.
Dentro de la particular personalidad de la película, no son ajenos a ella elementos que remiten directamente al anime japonés - especialmente al cine de Hayao Miyazaki - como el árbol sanador que se esconde en el interior de la isla o el espíritu ecológico que denuncia los males de la industrialización, así como reminiscencias del mundo del cómic, desde Art Spiegelman hasta las historias de superhéroes: ¿quién no verá en Birdboy una tragedia similar a la del Batman más oscuro llevada al extremo, torturado por la muerte de sus padres e incapaz de cuidar de sí mismo mientras vela por un bien superior, aunque sea ganándose la incomprensión de los defensores de la ley?
El diseño artístico se alza por sí mismo como un magnífico entretenimiento para la vista, demostrando que no se ha concebido como un simple elemento accesorio de la narración a pesar de la limitación de medios con que ha contado la producción. La elección de colores contribuye de forma categórica a crear esa sensación de desolación y ambiente insano, tanto a nivel físico como espiritual, que se quiere transmitir a lo largo del metraje; mientras que el diseño de personajes y de escenarios se demuestran profundamente pensados en aras de un evidente simbolismo.
Tampoco la animación, dirigida por Khris Cembe, muestra las señales que podría dejar el tipo de presupuesto manejado; contrariamente, aporta una ejecución muy solvente y se muestra fluida y rica, demostrando que vale la pena seguir apostando por la animación 2D.
En la categoría de largometrajes de animación que premian los Goya puede
ocurrir algunas veces que, dada la poca concurrencia de títulos que
compiten a causa de las serias dificultades que existen para llevar
adelante una producción de animación en España, el largometraje que
resulte ganador se lleve el galardón no tanto exclusivamente por sus
méritos sino por una mejor promoción, o por caprichosas preferencias de
los académicos o porque alguno se lo debía acabar llevando; sin embargo,
en el caso de "Psiconautas. Los Niños Olvidados" se trata de una película que se merece absolutamente el premio y todos los demás que ha recibido.
Lo mejor: la valentía y el esfuerzo en originalidad y desarrollo artístico de "Psiconautas. Los Niños Olvidados" la convierten en la mejor película de animación española de este siglo.
En contra: como un arma de doble filo, esa misma valentía la hacen poco atractiva para un público familiar que difícilmente optará por llenar las salas de cine.
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