Phil Lord y Christopher Miller crearon con "La LEGO Película" (2014) una de las mejores películas de animación del año, capaz de aportar un aire fresco a la narrativa del cine animado y de aunar la comicidad desbordada e irreverente con una historia que aportaba un sustrato narrativo sólido a la conocida marca de juguetes y creaba un universo cinematográfico en torno a ella donde se atrevieron incluso a plantear cuestiones metafísicas. La producción recaudó un total de 469 millones de dólares a nivel internacional, lo que desembocó inevitablemente en el desarrollo de ideas para nuevas secuelas y spin offs. Es ahí donde se encuadra la presente "Batman: La LEGO Película", planteada en torno a uno de los personajes más carismáticos de la película original, pero la nueva entrega tiene tantas similitudes como grandes diferencias: mientras conserva la irreverencia y la formulación constante de gags y situaciones cómicas, pierde la profundidad de la primera y el foco en el desarrollo del mundo de LEGO y se convierte principalmente en una ligera spoof movie en torno al mundo de los superhéroes, y del Caballero Oscuro en particular, más a imagen y semejanza de las sagas "Scary Movie" y similares.
Mientras la película mantiene o incluso gana en diversión y espectacularidad visual, pierde en complejidad argumental, y se convierte en un largometraje de entretenimiento con momentos brillantes y otros no tanto.
Dirigida en esta ocasión por Chris McKay (Robot Chicken) a partir de un guión de Seth Grahame-Smith (Orgullo+Prejuicio+Zombies), Chris McKenna, Erik Sommers, Jared Stern y John Whittington, la LEGO película de Batman desmonta la figura del vigilante nocturno para reírse a costa de su auto-aislamiento y de su frialdad emocional, rompiendo una lanza en favor de la creación de lazos y de la necesidad de apoyarse en la familia y amigos. Es así que nos encontramos con un héroe que acostumbrado a luchar y a vivir solo, se verá enfrentado a una nueva situación cuando una nueva comisaria toma el mando de la policía y Bruce Wayne tiene que hacerse cargo de un chico al que ha adoptado accidentalmente, justo en el momento en que su archienemigo, el Joker, y todos los villanos de Gotham deciden rendirse y entregarse a las autoridades.
La ristra imparable de gags verbales y visuales aportan los momentos más brillantes de la película, especialmente en la primera parte, donde son impagables secuencias como el enfrentamiento de Batman contra los villanos de ciudad Gótica a ritmo de rap o el flashback revisando los enfrentamientos contra el Joker en todas las películas y series anteriores de la franquicia del héroe enmascarado, incluyendo la clásica serie de los 60, así como todos los chistes que se desarrollan en la solitaria mansión Wayne o en torno al tono queer que a veces se ha dado al personaje de Robin. También agradecerá el espectador, especialmente si es seguidor de la saga de Batman, el elenco de numerosos villanos que participan en la película, algunos hasta inventados, aunque tan solo sea para verlos transformados en personajes de juguete, puesto que la mayoría de ellos ejercen un papel fugaz o puramente testimonial en el torbellino de escenas de acción en que los planos se suceden de forma acelerada. En cualquier caso, todo ello acaba sosteniéndose sobre una trama sencilla y poco ambiciosa, cuya previsibilidad y ñoñería se manifiestan con mayor intensidad en la segunda mitad de la película.
A nivel visual la reconstrucción mediante imágenes generadas por ordenador de un mundo basado en piezas de LEGO sigue aportando ocurrencias interesantes, pero en la medida en que la misma idea de estar desarrollándose la acción en un universo en construcción se abandona en buena medida y se sacrifica bajo el peso de los chistes y la historia en torno a Batman, aquéllo deja de tener significación. Es más, el metraje está plagado de efectos visuales que si en la película original estaban diseñados como si estuvieran hechos de piezas de LEGO, ahora simulan directamente agua, o nubes o luminiscencia... o superficie lisa en lugar de la típica superficie abotonada de la marca. Esa misma carencia de la importancia que se dio en la película original al hecho de ser un mundo basado en bricks, aumenta la visibilidad de las limitaciones en animación derivadas de estar operando con personajes supuestamente de LEGO y la paradoja de que se les dote a discreción, cuando conviene, de movimientos imposibles en un juguete real; precisamente ello vuelve a poner en evidencia, con más intensidad si cabe, que la película hubiera tenido mucho más mérito y hubiera sido espectacular desde el punto de vista de la animación, si se hubiera realizado en verdadero stop motion con piezas de LEGO reales.
Lo mejor: la cascada de situaciones cómicas derivadas de la soledad de Batman y de su vida en la mansión, algunas de ellas mostradas en clips de promoción que finalmente no se han visto incluidas en la película.
En contra: el universo LEGO pierde significancia, hasta tal punto que la película podría haberse hecho con otro tipo de diseños y prácticamente sería igual o mejor.
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