martes, 6 de septiembre de 2016

El Principito

Son contadas las veces en que una película de animación aporta valiosas enseñanzas al espectador, sobre todo cuando se trata de ayudar a reconocer qué debería ser esencial en nuestra vida y nuestro tránsito hacia la etapa adulta, la necesidad de dejar una huella imborrable en nuestros seres queridos y cómo afrontar su pérdida. Cuando, además, esa historia que puede ayudarnos a ser más felices se cuenta con un estilo visual y una animación tan encantadores como los desplegados en "El Principito" de Mark Osborne, uno no puede más que verse obligado a recomendar encarecidamente su visionado, si bien resignado a que las películas de animación que más triunfan se alejan del patrón seguido en la adaptación animada de la obra de Antoine de Saint-Exupéry, y se acercan más a las historias  - divertidas, sí, pero vacías de contenido - de Minions, Mascotas y supervivientes de la Edad de Hielo, que pueden repetirse una y otra vez e incluso ganan espectadores con cada secuela. Es más, "El Principito" fue incomprensiblemente desdeñada por Paramount días antes de su estreno, y resulta más que probable que sus cifras de recaudación se asemejen a otras joyas de orfebrería animada olvidadas por el gran público como "Kubo y las Dos Cuerdas" o "La Oveja Shaun: La Película"; por eso, el hecho de que finalmente esta película del año pasado haya llegado a estrenarse en las pantallas del país debe considerarse como un pequeño milagro y un regalo como lo fue la amistad del Principito para aquel aviador perdido en el desierto y, como los regalos, debería recibirse con los brazos abiertos.


El largo proceso de adaptar la obra clásica de Saint-Exupéry y transformarla en una película de animación comenzó hace más de ocho años, cuando los productores franceses Aton Soumache, Dimitri Rassam y Alexis Vonard, cofundadores de On Animation Studios, convencieron a Mark Osborne (nominado al Oscar por "Kung Fu Panda" en 2008) para dirigir el largometraje. Consciente de la necesidad de ser respetuoso con una obra tan popular y tan querida por cientos de millones de lectores y de que probablemente habría que ampliarla para lograr suficiente material para un largometraje, el director prefirió crear una nueva historia en torno al libro que permitiera protegerlo y explicarlo en lugar de ampliarlo, y tuvo la genial idea de mezclar animación 3D - para el mundo "real" de la niña protagonista - con animación en stop motion - para desarrollar la historia de El Principito. El guión de la película es obra de Irena Brignull ("Los Boxtrolls", "El Castillo Soñado") y Bob Persichetti ("Tarzán", "Mulan", "El Jorobado de Notre Dame", "Shrek 2", "Monstruos contra Alienígenas", "El gato con botas"), basado en la historia concebida por Mark Osborne. El director supo rodearse de un equipo de grandes artistas, entre los cuales Lou Romano ("Los Increíbles", "Up") como diseñador de producción, Peter de Sève ("La edad de hielo", "Tarzán", "El jorobado de Notre Dame", "El Príncipe de Egipto", "Bichos, una aventura en miniatura", "Buscando a Nemo") como diseñador de personajes, Jason Boose (animador en "Lilo & Stitch", "Cars", "Ratatouille" y "Up") como supervisor de animación de la película, Hide Yosumi(director técnico en películas como "Bolt", "Enredados" y "¡Rompe Ralph!") como supervisor de personajes en 3D y Jamie Caliri, Alex Juhasz y Anthony Scott para dirigir las secuencias stop motion de la película, así como el compositor ganador del Oscar Hans Zimmer, para crear la música para "El Principito".
La película narra la amistad entre una niña a la que su exigente madre está preparando para vivir en el mundo de los adultos y su vecino, un anciano Aviador, bondadoso y excéntrico que revela a su nueva amiga un mundo extraordinario donde todo es posible; un mundo que él conoció hace mucho tiempo gracias al Principito. Ahí es donde empieza el viaje mágico y emocional de la Niña al universo del Principito que le lleva a reencontrarse con su infancia y acaba comprendiendo que lo más importante son las relaciones humanas, y que sólo se ve bien con el corazón porque lo esencial es invisible a los ojos.


En un encomiable esfuerzo de respetar y actualizar la obra de Saint-Exupéry, Mark Osborne tiene el acierto de situar la obra en el mundo presente, haciéndose/haciéndonos la pregunta de si los valores que ensalza el libro podrían continuar teniendo vigencia y ser defendidos en un mundo como el nuestro en que prima el conformismo y la obsesión por la acumulación lo material y el disfrute de lo efímero al lado de la búsqueda incesante del halago y la exhibición a través de las redes... perdiendo de vista lo esencial. Es así que Osborne cuenta la historia de "El Principito" a través de la boca y las páginas escritas por un aviador ya anciano que conoce a una niña destinada a formar parte de este mundo moderno y perderse lo que realmente tiene importancia. El viejo aviador se convierte así para una niña que podría vivir entre nosotros en el catalizador que el Principito significó para el primero, y la vacuidad de las prioridades del mundo moderno, gris, uniformizador e impersonal, queda contrastada con el color y la libertad de una vida vivida con la alegría de un niño y basada en lo que es realmente esencial, lo que no se ve: la imaginación, el amor, y la huella imborrable de la amistad, capaces de convertir lo ordinario en extraordinario. Hacia el final de la película, y a través de momentos extremadamente emotivos y bellos, la niña (como nosotros) deberá ver por sí misma si todavía puede encontrar lo esencial en nuestro mundo, un mundo donde la historia de El Principito parece imposible y bien podría tener otro final. Por cierto, Mark Osborne no quiere engañar a nadie, y lejos de pretender que en la opción de vida del aviador todo es fácil y se está exento de peligros, muestra que también es una vida con sus riesgos (el anciano apenas tiene dinero, y sus acciones abocan al desastre en repetidas ocasiones), si bien mucho más gratificante que la de quienes sólo saben ver con los ojos y el bolsillo.
El espectador no verá pues una adaptación literal de "El Principito"; es más, mientras que hay episodios y extractos de la novela trasladados a la película con toda fidelidad hay otros que se resumen o que no aparecen, reflejando la decisión clara de contar lo básico para entender la historia o para mostrar aquellos pasajes que podrían quedar más bellamente animados, y la preferencia por enmarcarla con esa otra historia más actual y creíble entre el anciano y la niña, que acaba ocupando la mayor parte del metraje y donde, de hecho, hasta la propia existencia de El Principito resultaría en el fondo irrelevante. Sin poner en cuestión el acierto y hasta la originalidad de tal planteamiento, uno encuentra que quizás se extiende demasiado en la parte de la historia que se desarrolla entre la niña y el anciano, y se echa en falta una mayor profundización en la intimidad y los sentimientos que sostienen la amistad entre el Principito y el aviador y que tan bien expresados están en la novela.


Sin ninguna duda, las secuencias animadas en stop motion son de lo mejor entre todo lo bueno que ofrece la película. Verdaderas piezas de artesanía construidas con papel, arena, trapo y arcilla delicadamente animadas y cuyo tratamiento cromático rinde un respetuoso homenaje a las acuarelas originales del clásico de Saint-Exupéry, trasladadas a la pantalla como si fuera un espejo capaz de darles vida. Es imposible no quedarse admirado por estas secuencias que empiezan con una bellísima entrada imaginaria en avión al mundo de El Principito a través de las páginas sueltas del libro, recortadas como si fueran nubes de papel pintado, y siguen por los distintos episodios de la historia reconstruyendo con delicadeza y poesía el asteroide de El Principito, sus viajes por el espacio y su visita a nuestro mundo. Debe destacarse el hecho de que todas ellas están animadas a mano con especial atención al detalle, tanto cuando se trata de animar el cabello dorado y la flameante bufanda de El Principito como cuando también hay que hacerlo con un jardín de rosas o hasta con un campo de trigo hecho con papel que se mueve con el viento cuando lo atraviesan el niño y su amigo el zorro.


El 3D se reserva para mostrar el mundo "más real" de la niña y sus vecinos. Un mundo pensado con especial cuidado en términos de diseño, iluminación y color para contrastar la vida gris, ordenada y cuadrada de la mayoría de sus habitantes, y la vida más alegre, despreocupada y gratificante del anciano aviador. También en esta parte de la película encontrará el espectador un trabajo destacable, donde incluso hay lugar para mayor expresividad de los personajes que en las secuencias en stop motion (más limitadas por su diseño, que nada tiene que ver con el estilo visto recientemente en el último trabajo de Laika), y escenas imborrables, como ese mágico viaje en avión hacia el final del metraje, que recuerda a los vuelos de "Porco Rosso"; no es casual, puesto que Hayao Miyazaki se reconoce como un devoto acérrimo de la obra de Saint-Exupéry.
Y también hay que estar atento a la música, pues hasta este punto se han cuidado todos los detalles de la película, y las canciones de la cantante y compositora francesa Camille Dalmais (cuyos temas interpreta en la versión en castellano la cantante Roko) se convierten en nexo de unión de todo el universo y sirven maravillosamente para explicar las emociones y la vida interior de la niña a lo largo del largometraje.

Por favor, no os perdáis este genial trabajo. Hace falta demostrarle a la industria mediante números que es necesario que se sigan haciendo películas con tanto amor y respeto hacia el arte de la animación y hacia la cultura.

Lo mejor: las escenas animadas en stop motion constituyen un reflejo fiel y bellísimo de la historia contada en El Principito y de sus ilustraciones en acuarela.
Lo peor: cierto desequilibrio entre la historia de El Principito y aquella que le sirve de marco, la amistad entre la niña y el anciano, que se lleva mayor peso y resulta algo excesiva hacia el tercer acto.

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