jueves, 30 de noviembre de 2017

We're Going on a Bear Hunt

Uno de los nominados a los premios Emile, en las categorías de mejor producción de TV y mejor animación de personajes, fue el mediometraje "We're Going on a Bear Hunt", que pudimos ver en el reciente certamen El Meu Primer Festival.


Dirigida por Joanna Harrison y Robin Shaw, la producción adapta un libro homónimo muy premiado y muy popular en el Reino Unido, escrito por Michael Rosen e ilustrado por Helen Oxenbury, donde cinco niños y su perro salen al campo en busca de un oso al son de una alegre canción y superando todo tipo de obstáculos - en forma de río, barro, espeso bosque y tormenta de nieve -, hasta que finalmente encuentran al oso y salen despavoridos. La historia celebra así la alegría y el inocente envalentonamiento de la infancia, capaz de hacerse tan grande como de diluirse con igual rapidez cuando choca con la realidad. En todo caso, los realizadores de la película quisieron añadir a la trama un nuevo componente que diera mayor profundidad a la historia original, lo que hicieron introduciendo la referencia a la pérdida de un ser querido, el abuelo de la familia. Aunque la adición de este nuevo elemento trágico chirría en alguna ocasión con el espíritu alegre e inocente de la historia original, le aporta al conjunto una nueva dimensión que lo convierte en una invitación a enfrentarse a los miedos y continuar celebrando que la vida continua a pesar de las adversidades - tanto físicas como emocionales - lo que no implica renunciar al sentimiento de pérdida y debe servir igualmente para salir a la caza de buenas experiencias y de los buenos recuerdos, afrontando los problemas: mejor que pasar debajo o por arriba, mejor que soslayarlos, hay que enfrentarse a ellos. Por otro lado la película es también una exhaltación de los valores familiares y del espíritu naturalista - que es al fin y al cabo una celebración de la vida - a través de su retrato detallado de los bucólicos paisajes británicos.
Es significativamente en el apartado visual donde la producción televisiva alcanza su mayor valor: ejecutada en animación digital en 2D sobre fondos detalladamente pintados a mano, la película reproduce perfectamente el tono de las ilustraciones originales a acuarela de Helen Oxenbury, llenando de vida los campos en que se asientan las casas victorianas, con sus ríos, sus lodazales, y más allá sus bosques y playas. No se descuida ningún extremo en la animación de las plantas, insectos y elementos que bullen vitalmente en los caminos que recorren los protagonistas de la historia, animados con un ánimo realista comparable al que admiramos en "La Tortuga Roja" de Michael Dudok de Wit o la lograda "Ethel and Ernest" de Roger Mainwood. Los personajes, por otra parte, están coloreados con el mismo propósito de resultar fieles a las ilustraciones de Oxenbury y de integrarse  perfectamente en los fondos de la película, y en este sentido aparecen también como si estuvieran pintados a la acuarela dando un valor artístico al conjunto realmente atractivo.


Lo mejor: todo bulle de vida a través de una animación que no pasa por alto el más mínimo detalle
En contra: la introducción del elemento trágico puede chirriar con el espíritu alegre de la obra original

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