Tras sorprender en 2011 con "El Gran Oso", el artista danés Esben Toft Jacobsen dirigió este segundo largometraje, dirigido a niños entre 6 y 10 años, donde a partir de elementos propios de las mitologías griega y nórdica y la creación de mundos fantásticos que homenajean la desbordante imaginación de las películas de Studio Ghibli, trata de estructurar una historia en torno a los sentimientos de pérdida y dolor que se aparejan a la desaparición de un ser querido. Si bien la inventiva visual y el tono poético que destila en todo momento la película la convierten en una atractiva opción para los jóvenes espectadores, la gran cantidad de elementos simbólicos y la excesiva sutilidad con que se desgrana la información pueden terminar sumiendo al público en cierto sentimiento de confusión ante el mensaje, que se articula en torno a una situación que, de forma más clara, se ha visto recientemente explicada de una forma más efectiva y accesible en "Coco", de Pixar.
El pequeño Johan vivía muy feliz con sus padres hasta el día en que el Rey Pluma se llevó a su madre enferma a su reino. Desde entonces vive apartado de la tierra a bordo de un barco en compañía de su padre, que pretende mantenerlo así oculto del alcance del Rey Pluma; pero Johan sueña con tener la oportunidad algun día de ir a su reino, para encontrar a su madre y reunirse con ella. Un día, mientras su padre está fuera del barco en busca de provisiones, Johan recibe una misteriosa llamada de socorro del tramposo Bill, que le da un ticket para ir al mundo del Rey Pluma. Una vez allí, Johan no tarda en reencontrarse con su madre, pero se dará cuenta de que no va a ser tarea fácil sacarla de allí.
La película trata con encanto e imaginación - pero también con un deje de oscuridad - un tema delicado para explicar a los niños, desplazando la historia a un mundo habitado principalmente por conejos y recurriendo a menudo a la alegoría y la fantasía para referirse al más allá. Se trata, principalmente, de hacer ver que existe un momento indeseable para todos pero que a todo el mundo afecta y que forma parte del propio equilibrio de la vida, y de proponer una forma de afrontar ese hecho inevitable, desde el punto de vista de un niño: es así que Johan desconoce hasta el final el verdadero significado de lo que ocurre y la aventura transcurre en efecto sobre la base de ese desconocimiento mostrando a un pequeño héroe que pretende recuperar a su madre y llevarla a su lado, desconociendo porqué ya no está con él. Igualmente, encontramos varias formas de afrontar la pérdida: mientras Johan quiere mantener el contacto con su madre, recordándola y enviándole con asiduidad mensajes en botellas de vidrio, su padre la da por perdida y orienta su vida a cuidar en extremo de su hijo y a mantenerle escondido de las garras del Rey Pluma. Asimismo nos encontramos a Bill, un tramposo can dispuesto a cualquier cosa para evitar el fatal destino e incluso a alterar el orden natural en propio beneficio.
Jacobsen crea para la película mundos ricamente ilustrados y llenos de detalles, tanto en el mundo de los vivos como especialmente en el mundo del más allá, donde los que se han ido no son esqueletos ni almas incorpóreas, sino que tienen el mismo aspecto que tenían cuando dejaron su mundo y habitan ahora en apretadas ciudades o en campos verdes junto a otras extrañas criaturas, como una rana que cual Caronte les traslada hasta allí o un Rey Pluma que es medio águila y medio conejo, y que es capaz de vomitar pequeñas réplicas de sí mismo tan frágiles como los Susuwatari animados por Miyazaki. Ese mundo está gobernado por una criatura formada por tentáculos llamada Mora, que determina quiénes están llamados a habitar en él.
Mientras el tratamiento visual y la belleza alegórica de escenas bellamente concebidas, como el tránsito hacia el más allá a través del mar, constituyen definitivamente el mejor apartado de la película, a nivel narrativo se nota cierta dificultad a la hora de estructurar la historia para que encuentren sólidamente un espacio en ella todas las ideas y criaturas que el realizador ha concebido en torno a la misma, de modo que en ocasiones le falta cierta coherencia. En cualquier caso, es innegable la poderosa fuerza que tiene la historia para hacer que los niños puedan hacerse las preguntas adecuadas sin decirles directamente prácticamente nada, a pesar de que la ausencia de situaciones realmente humorísticas y un tono en ocasiones algo lúgubre puedan dejarlos algo compungidos.
Se advierte una notable mejora a nivel gráfico respecto del anterior largometraje de Esben Toft Jacobsen, que revela un esfuerzo mayor en el tratamiento del 3D y la creación de texturas y profundidad, aunque el resultado es aún irregular y se intercalan acabados que nada tienen que envidiar a las producciones de Hollywood con texturas que dejan más que desear, especialmente en el agua o en el tratamiento de Mora. También la animación es correcta, aunque se hubiera agradecido que, tratándose de conejos - o perros, o ranas...-, los personajes hubieran actuado hasta cierto punto de acuerdo con su morfología y características; si no, poco importa que sean conejos u ovejas.
Lo mejor: la valentía de Esben Toft Jacobsen para tratar un tema delicado con un estilo muy personal y alejado de las convenciones y tratamiento de las películas hollywoodienses.
En contra: cierta confusión que afecta a la película en algunos tramos del metraje.
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