Los pasados 11 al 16
de junio, Annecy volvió a acoger una nueva edición, la 42ª, del
Féstival International du Cinéma d’Animation, el más veterano
(58 años de antigüedad) y más importante de los de su género. Una
vez más, los amantes de la animación del mundo entero se dieron
cita en esta apacible población de los Alpes franceses para no solo
disfrutar de buenas películas de animación, sino también para
participar en las conferencias, seminarios, exposiciones y un sinfín
de actos más en torno al cine "imagen por imagen" que ofrecían el
Festival y su manifestación "hermana", el MIFA (Marché
International du Film d’Animation).
Este año, el
invitado especial era Brasil, país que si bien solo en tiempos
recientes ha logrado que su producción de animación obtenga una
notable repercusión internacional gracias a cintas como la nominada
al Oscar O menino e o mundo (2013), de Alé Abreu, no menos
cierto es que produjo su primer corto de animación hace exactamente
un siglo. Una serie de proyecciones retrospectivas y una exposición
rindieron así un merecido homenaje a los 100 años de animación
carioca.
Como espejo de los
movimientos que experimenta la animación a nivel global, en Annecy
se ha podido percibir en varias de las producciones presentadas en la
selección oficial del Festival una preocupación por exhibir temas de actualidad particularmente candentes, demostrando
justamente con ello el valor el lenguaje de la animación para
expresar temas maduros, a años luz de la imagen de los "dibujos
animados" que todavía mantiene no poca gente como un
entretenimiento puramente infantil e intrascendente.
Buena muestra de
ello es el premio de este año al mejor largometraje, Funan,
de Denis Do, coproducción entre Francia, Benelux y Camboya, y
ambientada justamente en dicho país asiático, sobre la odisea de
una mujer durante el régimen de los jmeres rojos. Otro largo muy
esperado, The Breadwinnner, de Nora Twomey, el tercero
producido por los prestigiosos estudios irlandeses Cartoon Saloon,
exhibía una temática similar, al describir la dura vida de Parvana,
una niña afgana, y de su humilde família durante el régimen
talibán. The Breadwinnner se
llevó dos galardones, el premio del jurado y el premio del
público. En el apartado de cortometrajes, Bloeistraat 11, realizado
en stop-motion por la belga Nienke Deutz, sobre dos amigas que
experimenta la transición a la pubertad, ganó el premio al mejor
corto; mientras que Weekends, del estadounidense Trevor
Jiménez, realizado en animación tradicional 2D, trataba con
sensibilidad el tema de los hijos de padres divorciados y los traumas
que supone la custodia compartida, obteniendo igualmente el premio
del jurado y el del público en dicho apartado.
Y por supuesto,
Annecy volvió a convertirse en el “Hollywood de la animación”
al acoger estrellas de primer orden como Michel Ocelot -que presentó
en preestreno su nuevo largometraje, Dilili à Paris-, Peter
Lord, Richard Williams, Mamoru Hosoda -cuyo emotivo largometraje
Mirai no Minai participaba en competición-, Genndy
Tartakovsky, Carlos Saldanha y un largo etcétera, destacando
especialmente Brad Bird, que además de presentar también en
preestreno Los Increíbles 2, recibió el premio Cristal
D’Honneur por el conjunto de su carrera.
Solo nos queda
esperar con ilusión la siguiente edición del festival, a celebrar
del 10 al 15 de junio de 2019, que tendrá nada menos que Japón como
invitado especial (de hecho, el Festival de Annecy de 1999 ya había
estado dedicado especialmente a la animación nipona), lo cual sin
duda ya constituye una buena excusa para no perdérselo. ¡Esperamos
contarlo aquí mismo dentro de un año!
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