La historia que nos cuenta es ciertamente dramática, y sin embargo Signe Baumane opta por contárnosla como ella la asume, con un tono sarcástico, divertido, que consigue hacernos más ligera la digestión del drama personal y familiar: tratando de indagar en las posibles causas de sus depresiones y planteamientos suicidas (¿son sus dolencias un problema personal o hay algo de genético?), Signe se sumerge, y a nosotros con ella, en la historia de su familia en los últimos 100 años, remontándose hasta su abuela Anna. La primera parte de la película nos narra su historia, que empezó como una joven que logró tener estudios, pero por poco experimentada e inocente terminó casada con un señor bastante mayor que ella que, obsesionado por su trabajo y por alejarla de los otros hombres, acabó haciéndola vivir recluida en una cabaña en un bosque como ganadera y madre de una familia numerosa. Transcurría ello en una Letonia donde las posibilidades de tener un buen futuro eran ya pocas, al pasar por la ocupación de Rusia, la ocupación nazi y posteriormente ser reabsorbida en la Unión Soviética, y donde los problemas psicológicos eran silenciados en las familias y mal tratados en el ámbito médico. Con sus perspectivas de realización personal totalmente cercenadas y una vida de esfuerzo y dificultades, Anna no tardó en caer en la depresión y verse atraída por la tentación del suicidio repetidas veces, y hasta llegó el día en que se la encontró metida en el río, aunque no logró hundirse (¿quizás por no llevar esas "piedras en los bolsillos"?). Sea como fuere, la extensa família tiró adelante, aunque no sin percances del mismo tipo: Signe Baumane nos narra la historia de otros familiares (Miranda, la artista, Irbe, la profesora de música, y Linda, obsesionada por casarse) que acabaron suicidándose, y así nos acaba reconduciendo a sus propios miedos, sus obsesiones y frustraciones, y a sus planteamientos suicidas, y a su forma de superarlos o soportarlos. En la historia de la familia acaba trascendiendo un componente de esquizofrenia, pero también historias de opresión social, familiar y personal, discriminación e incapacidad para expresarse individualmente, junto a situaciones de malas prácticas médicas y psiquiátricas, que acaban siendo la verdadera causa de muchas cosas y son criticadas por la autora con creativa acidez e ironía.
Técnicamente la película se construye sobre una mezcla de escenarios formados por cajas de cartón, objetos y construcciones de papel maché, que son filmados mediante la técnica del stop-motion, y animación tradicional en 2D. Sin embargo, no es la animación lo más sobresaliente de la película: los personajes se mueven poco, apenas hay expresiones faciales o movimientos musculares, y la mayor parte de la historia se construye mediante movimientos de cámara; aunque también es cierto que la animación permite a la directora hacer metáforas visuales, mutar a los personajes e incluso hincharlos, estirarlos o deformarlos como recurso narrativo, e introducir animales antropomórficos y personificaciones de la muerte, en la tradición de Bill Plympton y Jan Svankmajer, de los que Signe Baumane admite la influencia. Acaso haya sido la limitada animación un factor que ha coadyuvado a desbancar la presente película de la carrera hacia los Oscar, pero no hay que obviar que estamos hablando de un largometraje realizado con un presupuesto bajo (financiado en parte vía Kickstarter) y animado prácticamente en solitario por su autora, aunque esta independencia le ha permitido contar la historia como ella ha querido.
En fin pues, un recomendable largometraje, en todo caso, donde la autora consigue presentar con gracia y humor una problemática difícil, contada desde su interior, haciéndonos ligera la comprensión del drama que presenta, a la vez que critica con dureza disfrazada de ironía las limitaciones de la sociedad y las malas praxis.
Yekra Player
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