La esperada tercera entrega de la franquicia de Dreamworks en torno al panda más simpático del kung fu llega por fin, y a pesar de ofrecer novedades, tales como un sinfín de personajes nuevos, el enfrentamiento con un enemigo aparentemente invencible procedente del mundo espiritual, o el hecho de haberse producido en buena parte en China a través de la joint venture Oriental Dreamworks (siendo la primera producción que crea dos películas diferentes, en inglés y en chino mandarín, con la misma historia y mismos personajes), ofrece una sensación de déjà vu y de fórmula que parece agotada, aunque sin duda divertirá a los niños que se acerquen a verla y arrancará alguna risa a los adultos entre el sinfín de gags visuales y chistes que saturan el largometraje.
La película empieza retomando el viaje del maestro Oogway al Reino de los Espíritus, donde apenas puede tomarse su merecido descanso cuando es atacado por un viejo enemigo llamado Kai, que se ha pasado la eternidad robando los chis de todos los maestros de kung fu que descansaban con él. La derrota de Oogway permite a Kai volver al mundo de los vivos e ir a la caza del Guerrero del Dragón que está destinado a pararle, venciendo a todos los maestros de kung fu que se interponen en su camino. Pero la amenaza de Kai no puede llegar en peor momento, pues el durante mucho tiempo perdido
padre de Po reaparece de repente en su vida, lo que obligará al dúo ya reunido y al padre adoptivo de Po a viajar a un paraíso
secreto de pandas para conocer a montones de nuevos e hilarantes osos y llevará a Po a intentar lo imposible: convertirse en maestro y entrenar a una comunidad repleta de divertidos y torpes
hermanos para formar el equipo definitivo de Kung Fu Pandas.
A todo el mundo le gustó la novedad que representaba el primer "Kung Fu Panda" (633 millones de dólares de recaudación), donde un rechoncho oso panda aspiraba a lo imposible tratando de convertirse en Guerrero del Dragón en una película que significaba una incursión llena de buen humor y frescura en la tradición del wuxia chino; a lo largo de la película vimos cómo el orondo oso conseguía superar sus dudas y a fuerza de un duro entrenamiento - atípico, eso sí - conseguía derrotar al malvado Tai Lung. En la segunda entrega, la franquicia se volvió más oscura y algo más adulta, al hacer referencia al trágico pasado de Po e introducir a un enemigo algo más cruel, Lord Shen; la
película superó las cifras de la anterior, fue nominada al Oscar al Mejor Largometraje de Animación y ganó dos premios Annie, incluyendo el de mejor director. Y en esta tercera entrega es al revés: la tragedia se deja rápidamente de lado para convertir la película en una comedia con todas las palabras, basada en un tono ligero y en incesantes gags basados en lo físico y las gracias que descarga Po con su incesante verborrea; Po se convierte en ese amigo pesado que no para de contar chistes y que te hace reír inevitablemente con sus ocurrencias, destilando un humor no tan inteligente y sofisticado como el de la reciente "Zootrópolis" sino más bien cercano al de "Dos Tontos Muy Tontos". Sin embargo, el fondo de la película recrea de forma algo cansina una estructura ya vista: el reto aparentemente insuperable, las dudas de Po (en este caso sobre su identidad y sobre qué es ser un panda, o sobre si es alumno o maestro) y la sesión de entrenamiento previa a la batalla final. Realizada prácticamente con el mismo equipo que participó en la anterior entrega, con Jonathan Aibel y Glen Berger al guión, aunque con la novedad de la incorporación de Alessandro Carloni a la dirección junto a Jennifer Yuh Nelson y la lógica incorporación de actores para interpretar a los nuevos personajes (J.K. Simmons, Bryan Cranston, Kate Hudson...), la tercera película cierra completamente el círculo que quedó abierto en las dos anteriores, al reencontrarse Po con su padre y sus compañeros panda y convertirse en maestro de kung fu, pero parece hacerlo sobre la construcción de una fórmula ya agotada. En este sentido resulta chocante que, siendo la moraleja de la película que no debemos imitar sino centrarnos en lo que somos y en nuestro crecimiento personal, se haya optado por imitar tantas situaciones de la película original. Si tenemos en cuenta que la franquicia espera generar tres películas más, acaso habría que pensar en lo que se hace con ciertas colecciones de cómics cuando faltan ideas: los protagonistas mueren y son resucitados por un nuevo equipo de guionistas que refundan la serie para atraer a nuevos lectores. Sorprende de hecho que, a pesar de seguir contando con la presencia de los Cinco Furiosos, todavía no se haya aprovechado su potencial para profundizar en sus personalidades y dar lugar a interesantes historias paralelas, y sigan siendo simplemente meros comparsas.
Visualmente el reto estaba en la definición de nuevos espacios y personajes más allá de los lugares ya conocidos del Valle de la Paz como la Cámara de Entrenamiento o la Sala de los Trofeos, y en este aspecto se agradece el trabajo realizado en la representación del Reino de los Espíritus y sobre todo en la creación del pueblo de los pandas (aunque finalmente prometía más en la fase de desarrollo del arte conceptual) y en el diseño, con una personalidad única, de cada uno de sus habitantes: el padre Li, la dulce pero fuerte Mei Mei, los tragones oseznos panda... El pueblo está construido sobre unas aguas termales situadas en la cumbre de unas altas montañas nevadas aunque sorprendentemente frondosas y acogedoras, que le otorgan una atmósfera mística e idílica y lo convierten en un paraíso para pandas, inspirado en el monte Qingcheng, la cuna del taoísmo y un hábitat natural de pandas.
Igualmente también resulta grata a nivel gráfico la recreación de las antiguas acuarelas y tintas chinas a modo de pinturas animadas en la narración de ciertas secuencias que se refieren a hechos del pasado, como la antigua amistad que unió a Oogway y a Kai y la explicación del hecho que les enemistó.
Pero sin duda entre lo mejor de la película se encuentra la animación inspirada de los combates que tienen lugar a lo largo del metraje; especialmente aquellos en los que participan los zombis de jade en que se han convertido los maestros de kung fu esclavizados por Kai, que encierra su chi en pequeños amuletos sujetos a su cinturón, y que dan lugar a algunas de las mejores secuencias del largometraje. El supervisor de animación es Rudolphe Guenoden, un practicante de artes marciales desde hace mucho tiempo, que trabajó como asesor de kung fu para las películas.
Sensaciones contradictorias pues son las que levanta la tercera entrega de Kung Fu Panda, que en todo caso lo que sí promete son gags y situaciones desternillantes y acción a raudales.
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