Escrita y dirigida por Mark Burton (guionista de Madagascar, Chicken Run:Evasión en la Granja y Wallace&Gromit: La Maldición de las Verduras, entre otras muchas) y Richard Starzak (a.k.a. Richard Goleszowski, director de las series Rex the Runt, Creature Comforts y Shaun the Sheep entre otras), la película cuenta cómo tratando de tomarse un día libre que permita al rebaño de ovejas salir de su aburrida rutina diaria, Shaun consigue poner a dormir al granjero en una desvencijada roulotte que accidentalmente sale rodando y envía a su propietario a la ciudad, donde un golpe en la cabeza le envía al hospital afectado de amnesia. El perro Bitzer y el rebaño acuden en su busca a la ciudad, tratando a la vez de pasar desapercibidos y de encajar en el mundo de los humanos, y tropezando en su misión de rescate con un celoso encargado de recogida de animales sueltos que les pondrá difícil la realización de su objetivo.
Durante sus 85 minutos de duración, la película tiene el valor de mantener todos los aciertos de la serie de televisión, incluyendo su slapstick y su humor visual, y de encontrar una narrativa capaz de sostener todo el metraje. Y lo hace, y ahí radica uno de sus mayores méritos, manteniéndose fiel a la inexistencia de diálogo que ya caracteriza a la serie original; si bien la decisión de prescindir de diálogo se tomó en su momento en relación a la serie de televisión para ahorrarse los costosas partidas que el lip-sync supone para un show televisivo, el hecho de mantener esa decisión para hacer la película redunda en una mejor narración de la historia, que tiene que ser mínimamente buena y hacerse meridianamente comprensible sin palabras, y en un encumbramiento de la animación, que se muestra desnuda y en sí misma. Y no son precisamente los personajes de Shaun fáciles de animar, puesto que desprovistos la mayoría de ellos de cejas que fruncir o arquear o narices que arrugar, deben expresarse sólo con los ojos y con sus bocas ladeadas.. y lo consiguen brillantemente, consiguiendo transmitir toda la emoción que exige la historia. Para ello los estudios contaron con el trabajo de un pequeño grupo de 17 animadores que durante 9 meses completaban unos 2 segundos de animación stop motion al día trabajando artesanalmente con los clásicos modelos de plastilina de Aardman (es un verdadero placer observar las marcas de los dedos en algunos de los planos más cerrados). En cuanto a la historia, si bien es una trama sencilla, sin demasiadas complejidades, más bien abocada a brindar una sucesión de instantes cómicos muy bien logrados, hay que decir que está magníficamente narrada.
Acompañando a las cómicas escenas, llenas de trabajados detalles, el espectador encontrará reconocibles guiños a películas como El Silencio de los Corderos o El Cabo del Miedo, así como un número musical muy semejante a un recital de Les Luthiers, pero también los elementos más típicos de la filmografía de Aardman, como son todas esas alocadas invenciones que alcanzaron su máxima expresión en las Cracking Contraptions y que en la película dan lugar, entre otras rarezas, al divertido caballo con el que emprenden su huida de la gran ciudad. De hecho, Aardman vuelve en cierta medida a sus raíces, y lo hace sintiéndose más libre, sin las ataduras de Hollywood, y por tanto más fiel al tipo de películas que le gusta hacer; y eso es muy positivo.
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