Dirigido por Stephan Schech (The Three Robbers) y Sarah Clara Weber, es una coproducción de la alemana Schech Filmkreation, la francesa Le Pacte y la irlandesa Cartoon Saloon (The Secret of Kells), ganadora de premios en diferentes festivales y recomendable para aquellos que aprecian la expresividad artística como experiencia única alejada de los habituales formatos de las majors. Aunque acaso algo lastrada por una historia que por sencilla avanza con lentitud y con poca fuerza.
El guión se basa en un cuento homónimo de 1966 del celebrado autor aleman Tomi Ungerer, traducido a más de quince lenguas y convertido en un clásico entre los cuentos contemporáneos. Con un target definitivamente infantil, a pesar de tener ciertos guiños para el público adulto (como la escena íntima visualmente sugerida entre el Dictador y su compañera), cuenta como un hombre que habita en la luna pasa sus días aburrido hasta que decide agarrarse a la cola de un cometa y aterriza en la Tierra, un planeta nuestro empero en el que transcurre una realidad alternativa, en que el hombre aún no ha llegado a la luna, y que está dominado por un tirano en busca de nuevos territorios por conquistar. El hombre de la luna disfruta entonces de todo lo que nuestro planeta tiene para ofrecer - con grandes flores de colores y animales parecidos a los que conocemos, aunque distintos - y hace algunos amigos, pero debe soportar la persecución a la que le someten las autoridades dirigidas por el presidente mundial y descubre además que su ausencia en el satélite inquieta a los niños, por lo que decide volver a la luna. Y en este propósito se debe entrentar a los planes que el Presidente tiene para su hogar.
La historia en sí es sencilla y avanza sin demasiadas complicaciones ni profundizaciones. De hecho el personaje del hombre lunar se reduce al de un tipo simpático que carece de cualquier otra caracterización, y se enfrenta a un tipo arquetípicamente dictatorial con la ayuda de un inocente y despistado investigador. La presencia de los niños es mayoritariamente anecdótica, tan solo para mostrar el problema que representa la ausencia del hombre de la luna en su satélite habitual, y sólo adquiere protagonismo en la niña que acompaña a su padre en coche. Acaso donde mayor profundidad adquiere el guión es en el tono sarcástico con que se ofrece el mundo de los adultos, más aún, la dictadura como sistema político, que dan lugar a acertados gags.
En cuanto a la animación, la película se presenta prácticamente como un libro ilustrado, donde la animación cede en importancia a la plasticidad y al color en una serie de innumerables escenas ilustradas en que la narración discurre bellamente a través de diferentes técnicas y estilos, desde el dibujo lineal a efectos pictóricos y de cut-out. En este despliegue pictórico, los colores vivos y contrastados de la naturaleza y las escenas con niños se enfrentan a los colores grises del mundo de los adultos. La animación no es más que un medio, que transcurre lentamente y de forma limitada, a veces con movimientos repetitivos o sincopados, para hacer avanzar la historia y desplegar el arte con que se expresa, que se convierte en el verdadero rey de la cinta.
La música es también muy importante en este largometraje, cuya lenta poesía avanza con baladas reconocibles en torno a la luna y otros temas, de Louis Armstrong, Iron Butterfly y otros conocidos intérpretes.
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